«Tenemos que aprender que todas las personas tienen derecho a ver a su difunto en condiciones óptimas para poder despedirle»
«En el sector funerario hay trabajo, pero no una amplia demanda como en ocasiones se dice»
La Asociación Española de Profesionales de los Servicios Funerarios (AESPROF) nacía en 2018 con la vocación de hacer visible el sector funerario, tanto en la sociedad como en las instituciones, Casi cinco años después, más de 200 socios se han unido a la causa, y juntos organizan formaciones, webinars y charlas con las que mantenerse actualizados y no dejar nunca de aprender, un mantra que no cesan en repetir. De todo ello hablamos con uno de sus fundadores, el tanatopractor Ángel López.
¿De dónde sale la necesidad de crear AESPROF?
AESPROF lo fundamos en 2018 un grupo de tanatopractores buscando hacer más visible nuestro trabajo, que la gente empezara a vernos como un sector más. Desde entonces nuestras máximas son pelear para que quien entra en el mundillo lo haga formado, y que la gente que ya trabaja se forme. También empezar a mover las cosas con Sanidad para avanzar en los Certificados de Profesionalidad.
Desde nuestro punto de vista, en las asociaciones que había entonces se observaba poca actividad. En nuestro caso los comienzos nos sorprendieron, porque tuvimos más visibilidad de la que esperábamos, poco a poco hemos ido uniendo con otras entidades y ahora mismo estamos ya sobre los 200 socios.
Comenta que uno de sus pilares es trabajar por esa formación. En este sentido, ¿en qué líneas trabajan en AESPROF?
El tema de la formación es complejo. Se ha puesto sobre la mesa la idea de hacer una FP de tanatopraxia, pero somos unas 11.500 personas en el sector y, de crear el FP, se formarían 5.000 personas al año. Es una cifra inviable porque colapsaríamos el mercado.
Por eso lo que se busca es tratar de transmitir conocimientos, más allá del Certificado. Hay mucha gente que no tiene formación y que lleva años trabajando, quizá lo que se puedan hacer son talleres o ponerles en contacto con distintas escuelas de formación.
Si yo quisiera ser tanatopractora, a día de hoy, ¿qué necesitaría?
Hay centros que pueden otorgarte el Certificado de Profesionalidad o, si no, debes demostrar haber realizado más de 300 horas no regladas, que son lo que llamamos cursillos, o dos años de experiencia laboral.
¿Y encontraría empleo fácilmente?
Hay trabajo, pero como en muchos sectores, la gente que tiene un contrato indefinido es difícil que vayan a renunciar a él, más con el contexto que tenemos. Pueden surgir sustituciones, bajas por enfermedad, jubilaciones…Pero no hay una amplia demanda como en ocasiones se dice.
Una vez pasada la crisis del Covid, por ejemplo, entre las tres funerarias que hay en Manresa no hacemos el mismo número de difuntos que hacíamos en una sola funeraria con anterioridad a la pandemia. Otra cosa que me gusta aclarar a quien se acerca a preguntar sobre el trabajo son tres puntos: el sueldo, porque no es habitual cobrar 2.000 o 3.000 euros, como se dice en algunas escuelas; la oferta laboral, que es la que acabo de contarte, sustituciones, bajas…; y la realidad del trabajo. Y es que en las funerarias pequeñas, que son la mayoría en España, tu labor no es solo la de acondicionar el cuerpo, sino también colaborar en gestiones, ceremonias o traslados.
En su caso, ¿cómo fueron esos comienzos en el sector?
En mi pueblo, cerca de Salamanca, un día se jubiló el enterrador. A mi padre, que era albañil, un vecino le ofreció realizar una tumba y protegerla con ladrillos. Mi padre es una persona que, a día de hoy, sigue evitando entrar en cementerios, no lo soporta. Así que mis hermanos y yo negociamos con él: nosotros nos encargaríamos de exhumar los restos y él solo tendría que hacer la obra en sí. Y aceptó.
Ahí tenía unos 14 años. Poco a poco la bola fue creciendo, y nos ofrecieron vender las cajas y más tarde los mármoles. Llegado el momento incluso intentamos crear una funeraria, pero con lo que nos encontramos es con muchas trabas legales.
Aquello pasó, me vine a Barcelona y cambié de sector hasta que un compañero de trabajo me dijo que buscaban gente en el cementerio de Badalona. Me apetecía un cambio y buscando la oferta encontré eso de la “tanatopraxia”. Al poco empecé en la Escuela, conocí el Instituto Español de Tanatopraxia, conseguí luego el título francés, el certificado de profesionalidad y poco a poco fui metiéndome en formación hasta que decidí pasar un poco más a “la práctica”. Y hasta hoy.
¿Se sigue viendo como algo “raro” eso de ser tanatopractor?
Creo que sí. Mi suegra, por ejemplo, solo cuenta que su yerno es tanatopractor a gente con la que tiene mucha confianza. Supongo que sigue habiendo cierto tabú. Sobre todo la gente pone un poco cara “rara” y pregunta curiosidades.
Cuáles son esas cosas buenas (y las no tan buenas) de la profesión.
La mejor la tengo clara: la satisfacción. Que la familia te transmita esa gratitud, que te den la enhorabuena por lo bien que se ha hecho el trabajo, es sin duda lo mejor y es muy de agradecer. En cuanto a lo que menos me gusta, personalmente, creo que lo que peor llevo son las guardias. Recuerdo una Nochevieja, por ejemplo, salir corriendo a un servicio en mitad de la cena, llegar a casa a las 23:50 h y comer “a dos manos” para llegar a las uvas. Anécdotas de esas hay muchas.
El pasado lunes la psicóloga Iliana Aguirre ofreció una nueva webinar para los socios de Aesprof centrada en el duelo por la pérdida de los padres. ¿Por qué son importantes este tipo de formaciones para los trabajadores del sector?
Empezamos a trabajar en la formación porque creemos que es muy importante. En nuestra profesión hay muchas ramas que no se tocan, incluido todo el tema psicológico. Parece que los trabajadores del sector funerario estamos hechos de otra pasta, y no es así, somos personas normales. Tenemos que saber entender a las familias, porque está claro que no va a llegar con la misma actitud alguien que ha perdido a un ser querido joven en un accidente, por ejemplo, que quien ha perdido a una persona mayor tras una larga enfermedad.
Además del ámbito psicológico queremos ampliar formación a, por ejemplo, las reconstrucciones. En España es muy habitual, según el estado del difunto, que la caja esté cerrada. Tenemos que aprender que todas las personas tienen derecho a ver a su difunto en condiciones óptimas para que la familia pueda despedirle.
Hace pocas semanas tuvimos otra de estas sesiones, muy interesante, con el embalsamador mexicano Miguel Ángel Rodríguez. En general, se tiende a pensar que en Latinoamérica se trabaja en peores condiciones, y no es así, hay grandes profesionales en este campo, puesto que la costumbre allí es tener una semana en casa al difunto, para lo que se necesita una buena conservación.
Habla de la carga psicológica, ¿cómo se logra “desconectar” en un trabajo como el suyo?
Es complicado. Hay algo, que me enseñó Fernando Alcón, y que intento llevar a la práctica, y es que cuando estoy en la sala de tanatopraxia la persona que hay es un trabajo y como tal intento hacerlo lo mejor posible. Cuando acabas, ahí sí, a veces te viene el bajón, pero hay que ser profesional. Al final, todos queremos preparar a nuestros muertos, porque nadie mejor que nosotros lo va a hacer.
¿Qué cambiaría, si pudiera, de la formación en el sector?
Me gustaría avanzar hacia una mayor profesionalidad. Quizá no estamos preparados para que sea como en Estados Unidos, una carrera universitaria de tres años, pero quizá sí un curso en el que, sobre todo, se cuente con distintos ponentes. Y es que yo, como formador, puedo tener un punto de vista, pero siempre es bueno aprender de otros compañeros para forjar tu propio criterio. Por otra parte, creo que el certificado de profesionalidad debe ser más exigente. Uno de sus problemas es que marca 160 horas de prácticas, algo que es muy variable, ya que un mes pueden entrar en la funeraria 15 difuntos y el mes siguiente 40. Pienso que, en lugar de número de horas, se debería exigir un número de cuerpos.