«El miedo a la muerte no es malo, le debemos la vida, ya que es el mejor mecanismo de supervivencia física»
«Lo importante es integrar la falta de esa persona, no superarla»

Carla Borràs, psicóloga experta en muerte y duelo, participa en la primera edición death café que organiza PFB Serveis Funeraris en el Tanatorio de Badalona. Borràs explica la muerte, el duelo, el funcionamiento de los death cafés y por qué una sociedad tan individualista y que vive con el piloto automático puesto tiene tanto miedo a la muerte.
¿Qué es el duelo?
Entendemos por duelo el proceso natural, no patológico, de adaptación a un cambio cuando este implica una pérdida. Al duelo hay que darle espacio y tiempo, se suele decir que en dos años, aproximadamente, vas integrando el cambio. Es muy importante entender que en un “buen duelo” es natural sentir dolor y a veces, como acompañantes, por no ver mal a nuestro ser querido, con la buena voluntad de que esté bien de nuevo, hacemos y hablamos de más y entendemos menos. El doliente necesita presencia, sostén y escucha activa.
¿Cómo reacciona la mente ante un duelo?
El duelo supone un impacto que se manifiesta en todas nuestras dimensiones: en el cuerpo de manera física, en nuestros pensamientos y sentimientos, en nuestra conducta, en nuestras relaciones con los demás y también en nuestra espiritualidad.
Hay muchos tipos de duelo aparte del de la muerte, ¿cuáles son? ¿Por qué no se habla de esto?
Sí, el duelo por muerte biológica es solo una de las manifestaciones de la muerte. Hay muchas más muertes, cambios o crisis vitales que generan duelos. Podríamos resumir siete de sus manifestaciones:
1. La muerte física. Incluye tu propia muerte, la de tus seres queridos, la muerte de un órgano, una amputación, la caída del cabello y el envejecimiento del cuerpo, entre otras.
2. La muerte de vínculos afectivos. Muerte de una relación de pareja, familiar o entre amigos, incluso la transformación de una relación, sin necesidad de que se termine.
3. Muerte de la identidad. Se da cuando muere una parte de tus identificaciones, de tu ego, ideas y creencias por cambios en el entorno o en tu forma de ver las cosas. Incluye cambios de identidad personal, profesional y relacional. Un ejemplo de esto podría ser cuando un niño descubre que los Reyes Magos son los padres.
4. La muerte de la salud, que tiene que ver con la pérdida de capacidades por enfermedades, malos hábitos, accidentes o envejecimiento natural.
5. La muerte de una expectativa, se da cuando no ocurre aquello que deseabas, esperabas o soñabas, como cuando una mujer quiere ser madre y no puede serlo por las circunstancias que sean.
6. La muerte del crecimiento. Se da a medida que avanzamos por las etapas necesarias para crecer, como cuando muere de manera simbólica el adolescente para que nazca el adulto joven.
7. La muerte de bienes materiales, que es la pérdida de tus bienes u objetos personales, bien por robos, pérdidas o desastres naturales.
Un duelo también es cuando lo dejas con una pareja, ¿se puede morir alguien de corazón roto? Hay estudios que demuestran que se pueden romper ciertas partes del corazón en un desamor.
Existe el ‘Síndrome del Corazón Roto’ o ‘Miocardiopatía de Takotsubo’. Ocurre cuando, debido al estrés emocional o físico intenso, el músculo del corazón se ve afectado repentinamente, haciendo que el ventrículo izquierdo cambie de forma. En este sentido, afecta a la capacidad del órgano para bombear sangre y, en definitiva, a la calidad de vida del paciente. Teóricamente, sí se podría morir de desamor, pero no suele pasar.
¿Cómo ayuda la iniciativa de los death cafés a las personas? ¿Se harán más?
Vivimos en un mundo que cada vez es más individualista y a menudo nos deja muy solos. Estos espacios nos unen y nos permiten crear una comunidad y redes de apoyo mutuo. También ayuda a romper con el tabú de la muerte y a acercarnos de manera más amable a la muerte propia y a la de nuestros seres queridos. Mirar de frente a nuestra finitud, a saber que todo se acaba, nos lleva a apreciar más la vida y a aceptar la mortalidad con menos lucha.
Deseamos que este espacio y altavoz que brinda Pompas Fúnebres de Badalona haga que sea el primero de muchos. A raíz de la tercera edición del festival ‘Dando vida a la muerte’, que este año se celebra del 29 de octubre al 2 de noviembre, estamos preparando otras iniciativas que pronto os compartiremos.
¿Quién acude a este tipo de eventos? (Expertos, psicólogos…)
En un inicio, quizá acude gente profesional más vinculada al duelo y al acompañamiento al final, pero por suerte y gracias al movimiento death café y a la repercusión y los beneficios que vemos que conlleva, se van acercando perfiles de todo tipo. Hay personas con ganas de compartir sus reflexiones, pensamientos y sentimientos acerca de la vida y la muerte, otras personas que ven la necesidad de romper el tabú y otras que quieren acercarse al misterio que esto les supone.
Hoy en día vivimos en automático, ¿los death cafés sirven para que aprendamos a disfrutar el momento?
Ser conscientes de nuestra finitud nos ayuda a apreciar más la vida, a relativizar, a estar más presentes, a expresar más nuestros sentimientos, a pasar más a la acción… La vida no espera. Por otro lado, también tomamos conciencia de la importancia de poder reflexionar sobre ese gran momento de tránsito en nuestra vida. Darle el lugar y cuidado que merece favorece el proceso de duelo, tenemos que cuidar la muerte y el morir igual que cuidamos el nacimiento. Son dos grandes momentos en nuestra vida y es muy recomendable vivirlos con conciencia, como protagonistas y como acompañantes de nuestros seres queridos. Hay una frase de Montaigne que dice: “La muerte es más fácil para aquellos que se han ocupado de ella en vida”.
¿Por qué nos da tanto miedo la muerte?
Nos da miedo por el misterio, por lo desconocido, la incertidumbre nos incomoda. Pero hay que decir que el miedo a la muerte no es malo, le debemos la vida, ya que es el mejor mecanismo de supervivencia física. Recomiendo que trabajemos el miedo que no nos deja vivir, ese que por un deseo y fantasía de protección desmesurada nos incapacita y nos limita.
Ese miedo total es el resultado de la suma del miedo natural y del miedo cultural, que lo agrava. Este miedo cultural se puede trabajar, hablando de él y escuchando por qué lo tenemos, esos mensajes como “hay algo valioso para ti que se va acabar”. Por ejemplo, si sientes miedo a la muerte de tu madre, el mensaje de ese miedo es: “tú valoras y amas a tu madre, aprovecha el tiempo con ella”. Si lo que te da miedo perder continúa con vida, aprovéchalo. Si no continúa con vida, agradece su presencia en tu vida y la historia compartida que hayáis tenido.
Estamos programados para evitar el dolor y el sufrimiento, eso nos lleva a querer sortearlo y a negarlo, pero eso lo agrava y nos hace enfermar. Evidentemente, a priori nadie quiere tener sentimientos negativos, pero el dolor, el miedo y otros sentimientos considerados negativos son necesarios para nuestra vida y nuestra evolución.
¿Hay algo después de la muerte?
Las creencias, la espiritualidad, que a veces es laica o con alguna religión, es muy particular, pero sí que, en función de estas creencias, la gente vive con mayor o menor tranquilidad o miedo el final de su vida. Para la gente que piensa que esto se acaba y aquí se acaba todo, quizá esa vivencia es un poco más dramática.
Siempre se suele decir que alguien “ha fallecido”, “se ha ido”, “nos ha dejado”, etc. ¿Por qué se utilizan este tipo de eufemismos en lugar de la palabra muerte?
Muchas veces hemos pensado que hablar de la muerte la acerca y que puede activar al ser doliente, muy afligido por una pérdida. Antes acogíamos la muerte en casa, pero con el paso del tiempo la hemos alejado y de ahí se ha ido generando la negación, la distancia y el tabú. Lo verdaderamente importante es que comprendamos que el cambio está ocurriendo constantemente en todo lo que nos compone y en todo lo que nos rodea, en esa realidad hay que aprender a bailar.
Tenemos la fantasía de permanencia, de que todo siga igual, de que nada cambie y la cultura del antienvejecimiento alimenta nuestra idea mágica de la inmortalidad. Somos y estamos en cambio constante, de manera interna y externa, y debemos reconciliarnos con esta idea, todo lo demás es lucha y nos lleva a la necesidad de control. El control aparentemente nos calma, pero es como una droga, cada vez te pide más y te reta más y, cuando la necesidad de control es desproporcionada, nos lleva a mucho sufrimiento.
Puestos a invertir energía, deberíamos invertirla en soltar, fluir, confiar… no hablo de vivir pasivamente o de vivir al límite, necesitamos un punto de control que nos organiza y nos enfoca, pero sin caer en la rigidez. Tú entras al mar con tu tabla de surf marcando un rumbo o muchos, que además se van modificando, esa tabla se mueve con las olas de la vida, creando tu viaje particular. Disfrutemos todo lo que podamos de esa danza.
¿Una muerte se supera o se aprende a vivir con ella?
Lo de superar un duelo a mí no me gusta mucho, porque creo que lo importante es integrar esa falta, no superarla. La relación con esa persona cambia de forma, la incorporas, incorporas esos sentimientos y esa historia y eso te acompañará siempre, pero no es algo que superas y pasas página. Es algo a integrar, hay que aprender a vivir con ese cambio de relación, porque la relación no termina, pero sí cambia de forma.
Esto conlleva un tiempo, por supuesto, porque la parte física es muy difícil y porque, en función del tipo de persona que falta y cuánto te cambia la vida, cuesta más o menos ir tirando hacia adelante. Si quien falta es alguien con quien vivías, el cambio es brutal y el contacto con la falta es constante, con lo cual, el proceso de adaptación es multifactorial. Tenemos los recursos internos para superar este tipo de situaciones, los recursos externos con los que podamos contar en ese momento, apoyos a todos los niveles y eso hará que lo transitemos de una manera más amable o más difícil.
¿Cómo reacciona la mente ante la muerte de un hijo, el duelo más duro que puede vivir una persona?
Sin tener que medir que un duelo es peor que otro, porque en ese sentido cada duelo duele y cada duelo es único, en ese momento tú estás afligido por quien sea y por la situación que sea, no es cuestión de comparar, pero sí que todos estamos de acuerdo en que la muerte de un hijo es la más difícil de afrontar y de integrar, por antinatura y por lo doloroso de los vínculos y de la cercanía. Evidentemente, es muy complicado, se necesita mucha ayuda desde el primer momento para poder tirar adelante, a todos los niveles.