«Recuerdo que todos los sábados subíamos a fregar la tumba de mis abuelos. La muerte formó siempre parte de mi cultura»
«La profesión funeraria es muy difícil. Es un tema muy delicado, que a veces duele y que entiendo no es para todo el mundo»
Carmen Bermejo es doctora en Historia del Arte, profesora en la Universidad de Oviedo, especializada en arte y cultura funeraria y una amante de este oficio. Bermejo reivindica los cementerios más allá de su relación directa con la muerte. Donde otros ven lápidas y mármol ella es capaz de leer la historia que cuentan. “Pon que animo a todo el mundo a visitar los cementerios, si puede ser cuando aún son jóvenes, antes de que puedan ligarlos con alguna pérdida”, cuenta. Hablamos con ella sobre el pasado, el presente y el futuro del arte funerario en España.
Hace unas semanas ofrecía en Avilés una charla con algunas de las claves del arte funerario. ¿Qué se nos escapa a quienes no somos especialistas en la materia?
Conocimiento hay poco. Son tradiciones que vienen de largo y sin embargo se conoce poco más allá de unas tumbas en alguna iglesia. Enfrentarse a la muerte es algo difícil, cuando nos acercamos a ella es porque estamos viviendo una pérdida, un momento complejo, y así es complicado incorporar el arte que pueda haber ahí, por ejemplo en el entierro.
Aún así, se especializa en arte funerario. ¿De dónde viene esa inquietud?
Fue una casualidad. Empecé mi tesis doctoral sobre un asunto en el que estaban investigando otras dos personas que, por circunstancias, tenían más fácil que yo el acceso a ciertas fuentes de información. Mi catedrática vio que había una propuesta de investigación, en aquel momento en el extranjero, y allí fui y comenzó todo.
Por otra parte, mi interés en el tema creo que también tiene que ver con mis orígenes. Yo provengo de una familia de obreros, de clase muy modesta. Recuerdo que todos los sábados subíamos a fregar la tumba de mis abuelos. La muerte formó siempre parte de mi cultura.
¿Es algo que se ha perdido, incorporar la muerte a la rutina de las familias, de la vida?
Sí, se ha perdido un poco el ritual, que era mucho más marcado antes. Hablamos de años en los que se llevaba el luto y luego el alivio. En mi caso, yo viví la muerte de mis abuelos en casa. Era una muerte más cercana, que formaba parte de tu día a día. Era común ir viendo envejecer a tus mayores, verlos fallecer e incluso ver como los amortajaban en casa. Y los funerales con la caja casi siempre abierta. Esas cosas se han perdido casi por completo.
¿Qué implican los cementerios, porque son tan importantes para nosotros? ¿Por qué tendemos a volver la mirada a ellos?
Desde que tenemos conocimiento, los cuerpos siempre se han enterrado. Debido a que son contaminantes, siempre lejos de los asentamientos, y dependiendo de las creencias y las religiones, el cuerpo se inhumaba o incineraba. Luego están los egipcios, por ejemplo, que los conservaban como momia. Pero forma parte del ser humano esa necesidad de dejar al fallecido en un lugar para que descanse.
Y es importante porque muchas veces, en ese periodo en el que estás acostumbrándote a la ausencia, a veces necesitamos tener un lugar donde volver, donde conectar con quienes ya no están.
Colabora con el Centro de Investigación del Cementerio de La Carriona de Avilés (CICLAC), ¿qué tiene de especial ese cementerio?
Acumula mucho patrimonio de buena calidad en poco espacio, pero además ha recibido una importante inversión económica para su estudio y conservación. Desde el Ayuntamiento se ha puesto mucho interés en ello, cosa que muy pocas instituciones hacen.
El arte funerario tiene la cualidad de contar casi todas las historias. En La Carriona, por ejemplo, hay una parte en la que se ve de manera muy marcada la inmigración que llegó a la zona con Ensidesa. En Oviedo, siendo la capital de la Comunidad, ni es tan rico en patrimonio ni se ve esa diferencia entre las clases sociales. Es un cementerio más estandarizado. En Gijón pasa algo similar, aunque hay una parte muy buena del cementerio civil.
¿Qué cementerios no podemos perdernos en España?
La Almudena y San Isidro, en Madrid, son dos de los mejores. Y luego, sobre todo los de grandes ciudades: Montjuic (Barcelona), Valencia, Sevilla, Zaragoza. Y hay dos cementerios que quizá no son tan populares pero bien merecen una visita, que son los de Bilbao y Portugalete.
Hacer turismo poniendo como excusa la visita a un cementerio ya no es algo “raro”, sino que es una práctica que lleva años en auge. Sin embargo, sigue habiendo muchos reticentes a visitar estos lugares.
Sí, hay cada vez más. El ejemplo es que cuando yo empecé ir a París, al cementerio del Père-Lachaise, se entraba gratis, ahora ya se cobra entrada. Es habitual que los cementerios se conviertan en espacios de visita porque vivimos en una sociedad muy mitómana. Tendemos a convertir a los muertos en mitos, ya sean grupos musicales o cualquier otro personaje público.
¿Se impulsa lo suficiente el estudio y mantenimiento de los cementerios?
No creo que sea una falta de apoyo, sino de que es un patrimonio delicado, en el sentido de que, aunque el Ayuntamiento tenga la propiedad del terreno, quienes se entierran allí no dejan de ser personas. A la hora de realizar estudios, los familiares de los fallecidos no siempre están de acuerdo, hay gente que entiende que es parte de su privacidad y es difícil gestionarlo.
¿Entre sus alumnos, el arte funerario es uno de esos temas que “les despiertan”?
No les queda más remedio porque tienen una profesora muy insistente (risas). Pero sí, es un tema que tiene ese punto de morbo, cuando hablas de ello en seguida les viene alguna película a la cabeza, así que les suele gustar.
Ese morbo del que habla, ¿cree que forma parte de ese tabú que sigue existiendo? Es algo de lo que hablan muchos funerarios.
Es algo que me sorprende. Recuerdo que hablando con una persona de una Funeraria de Santander me habló sobre la profesión funeraria. Me pareció muy difícil porque claro, no puedes llegar y decir “hola, buenos días” a la familia, así, sin más. Es un tema muy delicado, que a veces duele y que entiendo no es para todo el mundo.
¿Hacia dónde evoluciona el arte funerario? Vamos a algo más recargado, a lo minimalista…
Vamos hacia un arte sostenible. La naturaleza tiene cada vez más un papel fundamental. No se levantan ya casi monumentos, sino que se tiende a incinerar y a querer que esas cenizas reposen en espacios abiertos. Cada vez más, por eso, se demandan espacios abiertos donde depositar urnas biodegradables.