Ante un suicidio son muchas las preguntas que se nos plantean: ¿por qué? ¿pude haberlo evitado? ¿desde cuando lleva sufriendo?. Si además en nuestro entorno hay niños, las preguntas se multiplican: ¿debo explicarle qué ha pasado? ¿puede un niño entender lo que es un suicidio?
No hay una única respuesta ante estas cuestiones. Tampoco una sola manera de hacerlo bien. Cada niño tendrá unas características únicas (su edad, la etapa de desarrollo cognitivo en la que se encuentra, su relación con la persona fallecida o las herramientas que el pequeño – y su entorno– tengan para lidiar con la situación).
Por todo ello, antes de decidir qué hacer (y cómo hacerlo) es importante que tengamos en cuenta estos aspectos, así como valorar la necesidad de acudir a un profesional para ayudarnos en este proceso. En cualquier caso, explicar una muerte (haya sido o no un suicidio) es un momento confuso para los niños. En muchas ocasiones será la primera vez que se enfrenten con un deceso, y debemos ser capaces de explicarlo adecuándonos a todos estos aspectos.
Así, será importante que, como en cualquier otra muerte, seamos sinceros y adaptemos la explicación. De hecho, puede que, si decidimos ocultar que la muerte ha sido un suicidio, el niño acabe enterándose por otras vías. Por eso, contarles los hechos sin entrar en demasiados detalles parece la mejor opción.
Después de la muerte: la culpa
La sensación de culpa que puede invadir después de una muerte cercana no es exclusiva de los adultos. Es más, una de las reacciones más frecuentes cuando hablamos con los más pequeños es la sensación de culpa. Así como los mayores podemos caer en pensamientos del tipo “quizás podría haber hecho algo para evitarlo”, los menores pueden pensar que ha sido algún comportamiento suyo el que ha desencadenado ese final.
Unida a esa culpa es probable que lleguen muchas de las preguntas que también nosotros nos preguntamos: ¿y por qué?. Una vez más, ser franco es la mejor opción. Nosotros mismos no entendemos en numerosas ocasiones el porqué, y eso mismo debemos enseñarles, que, a lo largo de nuestra vida, nos encontraremos con muchas preguntas que no tienen una respuesta concreta.
Por último, otro de los aspectos que más debemos cuidar, es dejar claro al niño que él sigue protegido. Puede que, tras vivir una muerte cercana, los niños sientan que algo malo también puede pasarles a ellos, o que la muerte puede incluso llegar a ser contagiosa. Hacerles ver que seguimos ahí, que tienen un círculo de protección y amor férreo y que, por ello, no deben temer porque algo de tal envergadura pueda pasarles. Y como también pasa con las personas mayores, respetar sus etapas de duelo, escucharles y ofrecerles nuestro cariño.