La pasada semana España vivió la mayor llegada de migrantes en un día. Más de 5.000 personas llegaron a nado a Ceuta, unos 1.500 de ellos menores de edad. Sin embargo, no todos consiguieron hacerlo con vida. El primer muerto fue un joven de 19 años llamado Sabir, que perdió la vida cuando intentaba alcanzar la playa del Tarajal. De su entierro se ocupó Navil Rahal, dueño de la única funeraria musulmana en Ceuta, Al Qadr. Tal y como recoge el periódico La Vanguardia, Rahal corre con los gastos de las ceremonias de los migrantes. Él se encarga de darles el último adiós.
Entierros sin costes y búsqueda de los familiares de los fallecidos
Navil Rahal se encarga de todo. Lo hace siempre desde que empezó en el oficio de funerario en los entierros de víctimas sin familia en este lado de la frontera o sin recursos al otro lado. Las víctimas son enterradas bajo tierra en el cementerio musulmán de Ceuta, ante la única presencia de los enterradores y los trabajadores de la funeraria. Lejos de sus familias y amigos, sus restos descansan en una tumba sin nombre.
Pero esta funeraria de Ceuta no solo corre con los gastos del enterramiento, sino que su labor va más allá. Como si se tratara de un detective investiga aquí y allí para tratar de identificar a los cuerpos rescatados sin vida y sin nombre. Y muchas veces lo consigue. Envía fotos, recibe imágenes, intercambia descripciones, y acaba cotejando con las familias que sospechan que su ser querido esta muerto según los datos disponibles.
No para hasta encontrar a las familias de los que murieron sin identificar. En Sabir las fotografías eran inequívocas de que el joven al que buscaban sus padres desde el lunes era el chaval al que Navil preparaba desde que el juez le entregó el cuerpo el viernes.