Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961), escritora de gran trayectoria literaria, presenta su décimo libro ‘La muerte es mía’. Una novela cuya trama trascurre en una funeraria y que tiene, como protagonistas, a los trabajadores de la misma. Así, la asturiana aprovecha la trama para plantear temas de suma actualidad, como el derecho a una muerte digna. De la muerte, su inspiración y su experiencia en el sector, hemos podido hablar con la escritora.
¿Por qué situar ‘La muerte es mía’ en un sitio tan poco “tratado” en otras novelas como lo es un tanatorio?
Buscaba un no lugar donde ubicarla, como define Marc Augé a esos sitios transitorios y anónimos, con sus propias coordenadas espaciales y temporales, que todos compartimos, pero no habitamos. Y entre los no lugares, los hospitales, aeropuertos y hoteles están usados (y abusados) en la ficción, mientras que los tanatorios no, pese a ser más frecuentados, por eso pensé que podía ser un escenario que resultara familiar a los lectores. Al fin y al cabo, cualquiera ha pisado uno, aunque sea de visita. Además, a medida que nos hacemos mayores los frecuentamos más y me intrigaba saber qué había detrás de aquellas salas, en aquellos sótanos, detrás de las cortinas. ¡Hacer trabajo de campo era una buena disculpa para descubrirlo!
¿Cómo te documentaste para escribir la novela?
Tuve la inmensa suerte de contar con el asesoramiento de José Antonio Martínez, gerente de Funeraria Gijonesa, que me contó la historia de las funerarias y me llevó a visitar tanatorios de gran y pequeño tamaño, para entender sus semejanzas y diferencias. Manu Martín, tanatopractor, me aclaro algunas dudas puntuales. Otra fuente de información fundamental fue Internet y, especialmente, el portal de Servicios Funerarios, que ofrece documentación y enlaces a diferentes revistas y páginas del sector. Tomé igualmente en consideración las ponencias y conclusiones de los numerosos congresos del sector, se trata de profesionales muy activos, muy innovadores y comprometidos. Leí también mucho a Caitlin Doughty, activista de la Buena Muerte y especialista en el mundo funerario. Por supuesto, a Alex Jadad, una de las personalidades más influyentes del siglo XXI y que dejó en mí honda huella cuando le conocí en Zaragoza en 2009 en las Jornadas FESABI.
Has podido ver de primera mano el día a día de los trabajadores funerarios, ¿qué te ha sorprendido más de su labor?
¡Por supuesto! Y creo que lo reflejo con bastante fidelidad en la novela. Los personajes de la Vieja Guardia, el chófer, la florista, la administrativa y la tanatopractora son el núcleo básico.
Su elegancia y aguante para tratar con personas que, en la mayoría de los casos, están destrozadas y no dan pie con bola o discuten y se enfrentan por un nombre en la esquela.
Pude comprobar su discreción y compostura, esa presencia continua e invisible que hace que el engranaje funcione a la perfección. Están continuamente pendientes y atentos a tus necesidades, sin embargo, no notas que haya nadie a tu alrededor.
Como sociedad, la muerte sigue siendo en multitud de ocasiones un tema tabú que cuesta explicar a niños y niñas y que intenta taparse. ¿Crees que se está evolucionando en aceptar con ‘naturalidad‘ la muerte, o que estamos estancados?
Muchos problemas actuales derivan de la no aceptación de la muerte como un fenómeno natural, la otra cara de la vida. Sucede algo parecido con el suicidio. Se producen más de 10 suicidios al día, es la segunda causa de muerte entre los adolescentes. ¿Cómo podemos obviar esto? Se tapa porque se considera un estigma para los vivos, pero esto es ahora, no olvidemos que en el mundo grecolatino era considerado el máximo exponente de la dignidad humana. Está demostrado que ocultarlo no es una buena estrategia, hay miles de páginas de Internet que lo alientan, los jóvenes transmiten sus intentos por Instagram… es una tremenda hipocresía. En la novela también se aborda este tema. De hecho, el hashtag #LAMUERTEESMÍA va a ser el emblema de una campaña de comunicación pro Ley de Muerte Digna que se dirige también a los peques con diferentes instrumentos, desde libros infantiles, pegatinas, series…
De hecho, en tu libro tocas asuntos como la ley de ‘suicidio asistido’ y ‘muerte digna’, ¿de dónde te viene el interés por estos temas?
La libertad de elección es un derecho fundamental del ser humano. Y la clave para ese ejercicio de libertad pasa por una ley que regule la eutanasia. He asistido a varias experiencias desgraciadas que me han hecho no desearle a nadie un final así, empezando por mí misma. Hay un personaje secundario, la escritora Lina Sandoval, con la que me identifico plenamente en cuanto a su control del proceso de morir. Como no voy a ver mi funeral, disfruté haciéndomelo a la medida en la novela ¡y he de decir que estuvo muy concurrido! (Risas)
Con esta novela, además de ‘engancharnos‘ y hacernos disfrutar con su lectura, ¿buscas algún otro objetivo?
Soy famosa por dejar recados en mis novelas. Pretendía abordar la Buena Muerte como elemento fundamental para gozar de una Buena Vida. El reconocimiento de nuestra finitud, de nuestra insignificancia, es lo que otorga grandeza a nuestra existencia y sirve como receta contra la infelicidad.
En tu novela Comadres hablas de la mujer: de hijas, madres, nietas… ellas han sido, tradicionalmente, las encargadas de ‘ocuparse’ de la muerte (de preparar y velar a los difuntos, por ejemplo). ¿Crees que mujeres y hombres afrontan de manera distinta la muerte o tienen una visión distinta de ella? ¿De ahí que la protagonista de la novela sea mujer?
Las mujeres damos la vida y nos ocupamos de la muerte desde tiempos inmemoriales. Eso nos ha hecho tener una relación habitual y especial con ella, mientras que los hombres han estado más distanciados.
En los pueblos los funerales duraban varios días, los hombres estaban en el salón o la antojana y las mujeres en la cocina. Claudia (la protagonista de la novela) es tanatopractora por casualidad, pero mantiene esa mirada compasiva y amorosa con los cadáveres que pasan por sus manos.
Por otra parte, mis protagonistas suelen ser mujeres anónimas, heroínas de la vida cotidiana que responden como pueden a los envites de la vida. Como todas las personas, por eso resulta fácil identificarse con ellas. Devolvernos la presencia en todos los ámbitos es una forma de compensar que hemos sido excluidas del relato de la Historia, de los libros de texto.
Cuando no existían las residencias ni los tanatorios, eran las mujeres de la familia las que se ocupaban de cuidar a las personas enfermas y de amortajarlas cuando llegaba el fin, pero también de organizar los velatorios y atender a las visitas, que no faltaran bebidas ni viandas.
Seguro que a más de uno, tras leer la entrevista, le entra el gusanillo por leer esta novela. ¿Por qué nos las recomiendas, y dónde podemos encontrarla?
Los lectores en Internet la califican de audaz, insólita, divertida, adictiva, fascinante, sorprendente, absorbente, magistral… ¡¡no puedo decir nada mejor!! Entretiene y da pie a la reflexión, un dos por uno difícil de encontrar en estos tiempos. Se puede encontrar en todas las librerías y plataformas de Internet, tanto en papel como en soporte digital o audiolibro.