Uno de los momentos más difíciles por los que todos debemos de pasar es la muerte de un ser querido. Y a veces la familia siente la necesidad de llevarse un último recuerdo. Las joyas funerarias lo hacen posible, ya que permiten llevar siempre con nosotros a quienes nos han dejado y brindan la oportunidad de sentir más cerca a los que ya no están. Además, tenerlas produce cierto alivio y sosiego para muchas personas en fase de duelo.
¿Por qué joyas funerarias?
La pérdida de un ser querido es un episodio muy doloroso. De hecho, se trata de uno de esos momentos vitales que marcan a una persona para siempre por la sensación de vacío que provoca, sobre todo en los primeros meses desde el fallecimiento. Y en muchos casos, contar con un objeto de apego que los acompañe resulta reconfortante.
La tradición de las joyas funerarias no es reciente, pues ya era practicada por las antiguas civilizaciones pero hoy en día se ha convertido en una forma muy sentida de honrar a la persona añorada. Estas joyas transmiten paz y tranquilidad y ayudan a aliviar el dolor y a recordar al fallecido con una sonrisa.
Para muchas personas contar con un objeto de apego como las joyas funerarias resulta reconfortante y ayuda a aliviar el dolor durante el proceso de duelo
Tipos de joyas funerarias
Habitualmente, tras la cremación se opta por depositar los restos en un jarrón o en una urna y dejarlos en algún lugar del hogar, pero las joyas funerarias tienen un componente de calidez extra que muchas personas prefieren.
- Joyas con cenizas en su interior: cuentan con una cubierta que se abre o se desenrosca y permite insertar las cenizas dentro del colgante, anillo o pulsera. El cierre permite que no haya ningún riesgo de perder las cenizas. Hay múltiples diseños (en forma de corazón, cruz, ángel, la clásica lágrima…) y se pueden personalizar.
- Diamantes y cristales realizados con cenizas: existe la posibilidad de crear cristales con cenizas integradas. Y también de obtener diamantes creados a partir de las propias cenizas. En este proceso se purifican las cenizas obtenidas para conseguir el máximo de pureza de carbón. Tras esto, se aplica un tratamiento de alta temperatura y alta presión para dar forma al diamante.