Hablar sobre la muerte con un niño puede ser una tarea complicada. ¿Logrará comprender lo que le decimos o terminará asustándose? Es necesario que los niños aprendan que la muerte es tan real como la vida, pero sea cual sea la forma en la que hablemos con ellos, este siempre será un tema sensible. Sin embargo, gracias a los cuentos podemos facilitarles la comprensión de lo que ha ocurrido, y ayudarles además a que verbalicen cómo se sienten ante el fallecimiento de un familiar o de un ser querido. Recopilamos algunos de los mejores cuentos infantiles para explicar la muerte a los más pequeños.
5 cuentos infantiles para explicar la muerte
1.Siempre (Ana Galán y Marta Sedano)
Un cuento sencillo, cálido y muy reconfortante. Ideal cuando los niños temen la muerte de algún ser querido y necesitan nuestra comprensión y apoyo para normalizar sus emociones. Para niños a partir de 3 años.
2. Soy la muerte (Elisabeth Ellando y Marine Schneider)
Este cuento nos muestra la muerte tal y como es, sin tapujos. Lenguaje poético y sencillo para abordar algo tan crudo y doloroso como es la muerte de forma sorprendentemente amable y tranquilizadora. Para niños mayores de 5 años.
3. Para siempre (Camino García y Marco Recuerdo)
Un cuento que con extrema delicadeza nos presenta la muerte como parte inherente de la vida, como un hecho natural que debemos aprender a aceptar y que es importante que no maquillemos o escondamos a los niños. La protagonista de este libro guiará a los niños para que entiendan todas y cada una de las emociones y vivencias que experimentan al sufrir una pérdida importante. Para niños mayores de 7 años.
4. Vacío (Anna Llenas)
La vida está llena de encuentros, y también de pérdidas. Vacío es un libro que nos habla de la resiliencia, o la capacidad de sobreponerse a la adversidad y encontrarle un sentido. El cuento explora diferentes tipos de pérdidas y trabaja en aquello que nos permitirá sobreponernos a la adversidad.
5. El árbol de los recuerdos (Britta Teckentrup)
Este cuento trata el tema de la muerte, pero no lo hace desde la tristeza o la lamentación, sino desde la aceptación de la misma de una forma natural, haciéndonos entender que, aun en el dolor de esta pérdida, los recuerdos pueden hacer que la persona que se ha ido siga viva dentro de nosotros. Las personas pueden desaparecer, pero los recuerdos y vivencias que hemos vivido junto a ellos nos pertenecen.