La pandemia del coronavirus ha hecho que cambiemos nuestro punto de vista de la vida, y también de la muerte. Desafortunadamente, ésta última ha estado demasiado presente en el último año. Desde el 10 de marzo de 2020 hasta el 9 de marzo de 2021, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) ha identificado un exceso de mortalidad de 82.771 defunciones, un excesivo número de muertes a los que los funerarios han tenido que hacer frente sin descanso. Ha sido, sin lugar a dudas, el año más complicado de su vida.
¿Cómo vivieron las funerarias el estado de alarma?
Los funerarios hablan de que la primera ola de la pandemia fue como vivir un 11-M día tras día. Los féretros se acumulaban, y en algunas ciudades como Madrid llegó a haber 400 muertos diarios. Cifras a las que nunca antes tuvieron que hacer frente, y menos aún en estas circunstancias. Era tal el número de muertes, que la trazabilidad de algunos fallecidos se llegó a perder temporalmente.
Por entonces, no contaban con los equipos de protección sanitarios, sus turnos eran inagotables y vivían una situación de auténtico colapso. Los velatorios y los funerales quedaron prohibidos, muchos familiares y allegados no pudieron dar su último adiós, y las muertes se hicieron aún si cabe más duras. Pero los funerarios no podían parar. Su trabajo era y sigue siendo indispensable.
Los protocolos de los trabajadores cambiaron de un día para otro. Tuvieron que formarse en protocolo covid-19, en cómo tratar a las familias o securizar espacios. Además, hubo que reforzar la plantilla y adaptarse a EPIs y equipos de protección con los que hasta entonces no trabajaban.
Más servicios, pero menos beneficios
Los funerarios han multiplicado su trabajo durante la pandemia, tanto que en los primeros meses su actividad se llegó a incrementar en un 500%. Sin embargo, la caída de la facturación para el sector en el último año ronda el 50%. Los cierres y limitaciones de ceremonias, la adquisición de equipos de protección, sudarios especiales para fallecidos por Covid-19 o el refuerzo de plantilla son algunos de los motivos.
El aluvión de cuerpos que se amontonaban en morgues improvisadas era inmenso. Por tanto, también se pagaron infinidad de horas extras y hubo que alquilar camiones frigoríficos para conservar los cuerpos mientras que se enterraban.
Se ha cumplido ya un año del estado de alarma, los 365 días más difíciles para el sector funerario.